¿Y yo por qué?

¿Y yo por qué? — Una respuesta que transforma el corazón Todos, sin excepción, alguna vez nos hemos preguntado:“¿Y yo por qué?” ¿Por qué yo tengo que hacerlo?¿Por qué me toca a mí?¿Por qué me piden algo que me incomoda, me exige o me cuesta? Este cuestionamiento aparece cuando sentimos que algo no nos corresponde, …

¿Y yo por qué? — Una respuesta que transforma el corazón

Todos, sin excepción, alguna vez nos hemos preguntado:
“¿Y yo por qué?”

¿Por qué yo tengo que hacerlo?
¿Por qué me toca a mí?
¿Por qué me piden algo que me incomoda, me exige o me cuesta?

Este cuestionamiento aparece cuando sentimos que algo no nos corresponde, que alguien más debería hacerlo, o cuando creemos que estamos perdiendo tiempo, energía o dignidad.
Y, sobre todo, aparece cuando nos sentimos víctimas de una situación.

Pero la Biblia nos muestra que esta actitud no es nueva… y tampoco es el camino de los hijos de Dios.


Jonás: el profeta del “¿Y yo por qué?”

Jonás fue un hombre que conocía la voz y el carácter de Dios.
Sin embargo, cuando recibió la instrucción divina de ir a Nínive a predicar, decidió huir en la dirección contraria (Jonás 1:1-3).

¿Por qué?
Porque no quería hacerlo.
Porque le parecía injusto.
Porque sentía que no debía ser él.
¡Porque se creía víctima!

Cuando Dios perdonó a Nínive, Jonás se enojó profundamente. Sentía que había quedado en ridículo, que su esfuerzo no valió la pena, ¡y hasta pidió morir! (Jonás 4:1-4).

Jonás pensaba así:
“Dios, yo te obedecí… ¿y tú no hiciste lo que yo quería? ¿Y yo por qué tenía que pasar por esto?”

Pero Jonás olvidaba algo muy importante:
Él no era la víctima.


¿Quién fue la verdadera víctima? Jesús.

Hebreos 10:5-7 nos muestra el corazón de Cristo:

“He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad…”

Jesús sabía exactamente lo que se esperaba de Él.
Sabía que venía a entregar su vida.
Sabía que sería traicionado, rechazado, golpeado y crucificado.

Y aun así no dijo:
“¿Y yo por qué tengo que morir por ellos?”

Más bien declaró:
“Vengo para hacer tu voluntad.”

Jesús no se vio como una víctima que estaba por ser sacrificada.
Jesús se vio como:

LA SOLUCIÓN


Del “¿Y yo por qué?” al “¿Y yo por qué no?”

La diferencia entre Jonás y Jesús se resume en una palabra:

ACTITUD

Jonás se quejó.
Jesús obedeció.

Jonás se sintió víctima.
Jesús se sintió llamado.

Jonás vio carga.
Jesús vio propósito.

Cuando tú entiendes lo que Dios ha dicho sobre tu vida, cuando conoces Su diseño para ti, entonces tu pregunta cambia.

Ya no dices:
“¿Y yo por qué?”

Sino:

“¿Y yo por qué no?”

Porque conoces tu identidad.
Porque sabes que Dios escribió sobre ti.
Porque entiendes que hay un propósito más grande que tu comodidad.


Crecer significa cambiar la perspectiva

1 Corintios 13:11 dice:

“Cuando yo era niño, hablaba como niño…
mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.”

Madurar en Cristo implica dejar atrás la mentalidad egoísta y victimista.
Significa pasar de recibir a dar.
De esperar a servir.
De quejarse a construir.

Dios nos enseña un principio espiritual poderoso:

  • ¿Quieres crecer? Siembra crecimiento.
  • ¿Quieres ayuda? Ayuda a otros.
  • ¿Quieres aprender? Enseña.
  • ¿Quieres éxito? Invierte en el éxito de otros.

La vida del Reino funciona al revés del mundo.
La verdadera grandeza está en entregar, no en retener.


La respuesta definitiva de Dios: Amor

Cuando le preguntamos a Dios:
“¿Y yo por qué?”

Él nos responde con Juan 3:16:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo…”

Dios dio.
Dio lo más valioso.
Dio lo que nadie daría.
Dio cuando no lo merecíamos.

¿Por qué?
Porque Él quiere que vivas.

No solo quiere que nazcas.
No solo quiere que existas.
Quiere que tengas VIDA.
Una vida abundante, eterna, poderosa, transformada desde ahora.


Conclusión: ¿Y yo por qué?

Porque Dios ha puesto propósito en ti.
Porque Él quiere usarte.
Porque no eres víctima.
Porque Cristo vive en ti.
Porque tu vida tiene un diseño divino.
Porque tú también puedes ser la solución, no el problema.

La pregunta ya no es:
“¿Y yo por qué?”

Sino:

“¿Y yo por qué no, Señor? Úsame.”